Antes que nada debo señalar que me dispuse a mirar Roma, cargado de prejuicios en su contra. Cuarón, un director mimado por la crítica americana en estos tiempos, una película cuasi autobiográfica, en blanco y negro, etc, etc. En fin, creí ver todos los condimentos necesarios para que esa fauna extraña, los críticos cinematográficos, hicieran de una películita intrascendente, filmada por alguien que ya está en el firmamento cinematográfico, una “verdadera obra de arte”.
Vaya si me equivoqué. Durante los primeros 30 minutos de film, estuve buscando eso que esperaba encontrar, y que mencioné en el párrafo anterior .. el fiasco!. Hasta que comprendí que estaba atado a mi asiento, disfrutando de la magia de la cámara de Cuarón, de los mínimos detalles que la hacen tan real. Por momentos sentía que estaba “participando” en lo que ocurría en la pantalla. Tan real y visceral se siente. Los sonidos, de actos cotidianos, tienen un protagonismo inusual en una película.
No vale la pena comentar detalles sobre el argumento de la película, seguro los profesionales de la crítica lo hacen mejor. Por otro lado el guion, la historia, no tienen ribetes fantásticos ni destacados. Roma, en su concepción es una película pequeña realmente, es la mano magistral de Cuarón la que transforma esta pequeña anécdota personal en una historia épica, potente y cargada de emociones. La interpretación de Yalitza Aparicio, desconocida para mí, es impresionante.
Recomiendo a quienes todavía no la vieron, despojarse de los prejuicios y presunciones, y disfrutar de algo más de dos horas, de una verdadera experiencia cinematográfica.