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Spain Spain · Valencia
Carorpar rating:
3
6.0
2,271
Documentary A subjective documentary that explores the numerous theories about the hidden meanings within Stanley Kubrick's film El resplandor. The film may be over 30 years old but it continues to inspire debate, speculation, and mystery. Five very different points of view are illuminated through voice over, film clips, animation and dramatic reenactments. Together they'll draw the audience into a new maze, one with endless detours and dead ends, many ways in, but no way out.  [+]
Language of the review:
  • es
February 6, 2017
5 of 5 users found this review helpful
Rodney Asher ya me había decepcionado profundamente con “The Nightmare” (La pesadilla, 2015). En rigor, me había hecho reír como pocas comedias, cosa que, tratándose de una película —presumiblemente— de terror, no dice mucho a favor suyo. Sin embargo, y no sin prevenciones, he decidido darle una oportunidad a esta “Room 237”, con la esperanza —a todas luces vana— de encontrar en ella un análisis medianamente serio, o cuando menos respetuoso, de la icónica cinta de Kubrick. Mi gozo en un pozo.
Igual que su ridícula aproximación a la traumática experiencia de la parálisis del sueño daba voz a una caterva de indocumentados con poca faena y desbordante imaginación, hete aquí otra variopinta “Banda del Empastre” presta a abusar de la infinita paciencia del espectador con su verborrea conspiranoica. Por suerte, esta vez se nos ahorra la visión de sus atribulados rostros y los rebuznos nos son servidos en off. Algo es algo.
Tenemos a quien percibe en “The Shining” (El resplandor, 1980) una clara alegoría del genocidio de los nativos americanos. En una línea similar se pronuncia el que la considera una recreación del Holocausto. No falta quien la enarbola como denuncia de la farsa de la llegada a la luna, cuyas imágenes habrían sido filmadas por el propio Kubrick en un plató de Hollywood. No sé si es el mismo que se abstiene de decir más porque cree estar siendo seguido por el gobierno y teme ser objeto de... una inspección de Hacienda —y no es coña—. Otro justifica los abultados fallos de “raccord” en la voluntad del legendario director de parodiar el género.
En fin, ésta es sólo una breve muestra del florilegio de memeces que durante hora y media —larga, larguísima— se nos obliga a deglutir. Y eso que el más egregio descubridor de significados ocultos tras cada uno —y sin excepción— de los fotogramas de la película, una especie de forocochero tan subversivo que tiene un apodo sin vocales —“Wow, hack me, baby!”—, declinó la invitación a participar en tamaña...
Carorpar
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