Antes de nada, y para que nadie se lleve a engaño, el argumento de la peli es una gilipollez, mil veces manida y torpemente resuelta. Pero, ¿por qué le he dado 8 estrellas?, pues porque a lo largo de la película me he visto un montón de veces diciendo: ¡Joder, qué bien hecha está! Y la verdad es que se trata de una cinta de espléndida factura, hecha a base de puro talento y un montón de imaginación, de las buenas. Si la historia, además, hubiera sido buena, el resultado habría sido una pasada, pero en los tiempos de gilipollez reinante, supongo que nos podemos dar con un ladrillo en los dientes y conformarnos con esto. He salido del cine de muy buen humor y lamentando no haber podido verla en 3D. Si se me ofrece la posibilidad, volveré a verla así.

Decir que los efectos especiales son espectaculares no hace realmente justicia a ese apartado de la película, pues esa es la vocación natural de ese recurso cinematográfico. La verdad es que se encuentran en una dimensión desconocida hasta ahora, promete pensar que nos estamos adentrando en un nuevo entorno del séptimo arte. Pronto se difuminará la barrera entre lo aparente y lo real, y aceptaremos con elegancia este nuevo ámbito, como ya hemos aprendido a hacerlo con la vida misma... o su apariencia.

Ciertamente, es una lástima que la película caiga constantemente en tanto vomitivo cliché, pero, ¡qué le vamos a hacer! En los tiempos que corren, insisto, lo que Luc Besson ha hecho es notable, como poco.

El sentido de esta crítica es evitaros decepciones y que sepáis por anticipado que la peli tiene buenos recursos para haceros disfrutar de ir al cine. No os la perdáis.