Una excepcional puesta en escena y una magnífica dirección artística siguen avalando la categoría profesional de un Frankenheimer que a mediados de los años sesenta se encontraba en la cima de su carrera.

Pero la película va perdiendo enteros con el paso del tiempo.
Y no sólo por la falta de actualidad de su argumento.
Es cierto que la tensión narrativa no es su mejor virtud, pero su envejecimiento se debe, sobre todo, a la continua moralina y al planteamiento maniqueo -lleno de buena intención, eso sí- que destilan los fotogramas.

En cualquier caso se trata de un interesante largometraje en el que hay que destacar la espléndida labor de dirección y la interpretación de los principales protagonistas.