Stephen Chbosky (Las ventajas de ser un marginado, Wonder) lleva al cine el musical que se estrenó en teatro en 2015. El mismo autor del libreto, Steven Levenson (tick, tick… BOOM!), es quien adapta el guion para la gran pantalla.

El argumento combina dos asuntos de peso. Por un lado, las inseguridades propias de la adolescencia y la vida en un instituto, acrecentadas hoy en día por el uso invasivo de las redes sociales. Y por otro, la salud mental también en jóvenes. Levenson aprovecha estos elementos y los potencia a partir de la clásica confusión durante una conversación.

El equívoco y el intentar interpretar esa mentira, que siempre han tenido relevancia en la comedia, aquí acuñan un conflicto dramático potente, ya que se mezcla el duelo con la esperanza.

En este sentido, Querido Evan Hansen ofrece un relato que, aunque previsible en su mayor parte, es concienzudo y serio en el fondo. Aborda cuestiones espinosas como el deseo de muerte y su ejecución, el sentimiento de culpa que deja en los demás, la experiencia traumática de querer formar parte de un grupo y no lograrlo e incluso las consecuencias de la desintegración familiar en los hijos; las aborda en directo, pero lo hace con tino, delicadeza y veracidad.

El apartado musical corre a cargo Benj Pasek y Justin Paul (La ciudad de las estrellas (La La Land), El gran showman), con unas melodías muy cercanas a la propuesta protagonizada por Hugh Jackman. Son piezas donde predominan el ritmo y los timbres actuales. Están pensadas, especialmente, para el lucimiento vocal de un Ben Platt que quizá, como actor que interpretó a Evan Hansen en los escenarios, ahora se ha hecho demasiado mayor para su rol de bachiller.

Por otro lado, a Platt le acompañan un buen elenco de actrices y actores que se acomodan a las convenciones del género musical, mientras saben dejar su carisma; especialmente, Amy Adams y Julianne Moore.

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