Que el protagonista de la historia sea un mago y el tema, una historia de
amor imposible por diferencias de clase; que transcurra en la Viena
Imperial de finales del siglo XIX y, por añadidura, que el guión esté
basado en un relato de un escritor distinguido por el Premio Pulitzer
justifican el anticipado interés del público en esta película, construida
con el considerable presupuesto de 16 millones de dólares.

Sin embargo, a pesar de las expectativas que despierta, "El ilusionista"
no es mucho más que un folletín de época y un relato austero, más bien
plano, tanto en su estructura externa como en sus contenidos, casi un
cuento para niños que narra las peripecias de un mago enamorado por una
noble dama, que debe luchar contra numerosas vicisitudes y antagonistas
hasta lograr su objetivo.

A pesar de un material más que interesante, algo difícil de precisar no
funciona a mitad de metraje, cuando la mezcla de thriller sobrenatural y
novela romántica folletinesca ha dejado esfumarse el suspenso y lo ha
reemplazado por una realización sin matices, con personajes escasamente
definidos en su bagaje emocional. Más allá y a pesar de los diversos
aspectos meritorios del trabajo técnico y de la música de un compositor
talentoso como Philip Glass, la realización de Neil Burger es propia de un
correcto telefilme, pero desapasionada, desentendida de emociones
profundas.