Tras los desvaríos de las últimas entregas nos llega este capítulo que supone un regreso a los orígenes en toda regla. No sólo por recuperar el tono tenebroso y serio de la primera entrega, sino por la reaparición de algunos personajes clave de la serie. Los guiños son constantes. Se nota que está hecha con muchísimo cariño hacia los fans y eso se lo debemos a Don Mancini, el creador de esta ya clásica serie. Ofrece justamente lo que se espera de ella... Y algo más. Casi lloro de alegría al volver a ver a Brad Dourif (inmenso como de costumbre) en un flash-back que conecta ésta entrega con la original. La factura técnica no está nada mal, y la ambientación en una mansión gótica le da cierto aire a película de casa encantada (descacharrante guiño a "Al final de la escalera" incluido). Afortunadamente los efectos son prácticos en su mayoría, el veterano Tony Gardner se encarga de visualizar las fechorías de Chucky (la sangre corre alegremente). Resumiendo, una entrega que sin ser algo fabuloso, pone algo de orden y concierto en una saga que iba a la deriva, y sobre todo un auténtico divertimento sin coartadas para el fandom.