Maquillado como un "Western sureño", Django va más allá de cualquier calificativo concreto. Es complicado meterla dentro del mismo saco que otras grandes películas en cuanto a un género específico. Éramos pocas las personas que esperábamos un trabajo que se acercase tanto a la excelencia de la ya clásica "Pulp Fiction", que podríamos catalogar como "insuperable" en todos los aspectos.

El guión de Django va más allá, se mezclan las realidades y los intereses mezquinos de los hombres y los conflictos entre "razas" con la burda, abundante y desternillante violencia tan característica de Tarantino. Diálogos cómicos e ingeniosos y un Christoph Waltz enorme. Él, el actor alemán, ES la película en sí misma. Gran parte del éxito y de los premios que Django pueda recibir en las próximas galas serán gracias a este hombre. A veces resulta inverosímil pensar que él es la misma persona que ganó el Óscar hace ya 3 años, bajo el apodo de "cazajudíos" en Injourious Bastards. Ojo, con ello no pretendo quitar el gran mérito al trabajo impecable realizado por Di Caprio, Jamie Foxx y, sobretodo, Samuel L. Jackson.

En definitiva, Tarantino volvió a conseguir con Django: Desencadenado una de esas películas que te deja un estupendo sabor de boca, donde coinciden una dura crítica social y política con el esperpento absoluto. Consigue reírse de todo y de todos, y salimos de la sala de proyección sin tan siquiera replanteárnoslo. Estamos ante otra gran perla del mejor director y guionista de la actualidad, que no encuentra tabús ni impedimentos para todo lo que le sale de la cabeza: Fácil, y a la vez difícil, divina y estúpida comedia.