Película que arrasa por sus imágenes oníricas, llenas de belleza (aunque las de suicidio y violencia te hagan estremecer), de tensión, de colorido, absurdas y fundamentales a la vez.

El apocado personaje alquila un piso dónde se suicida una mujer. Irá descubriendo cosas en el piso e irá presenciando cosas en la comunidad que le harán investigar más sobre ella a la vez que se irá fascinando con ella.

Empieza costumbrista e incluso misteriosa para acabar en un delirio barroco de colores, texturas, travestismo...y de hostilidad de la muchedumbre hacia el que piensa por si mismo. Llega un punto en el que no sabes si la suicida pudo pasar por esta situación antes.

Luces que se encienden en otras ventanas, pesadillas, saltos desquiciantes de espacio y tiempo... su obsesión hace que se vaya pareciendo más a ella. Pero ante esta espiral de locura, en la que el protagonista se encuentra, son los propios vecinos los que con su extrañeza, rechazo e indignación le obligan a seguir descendiendo como única ¿salida?

Visualmente impactante pero demasiado caótica y surrealista. Es una pieza bonita e inquietante que te descoloca pero que te deja frío.