"Mad men" es sin lugar a dudas una de las series estrella de los últimos tiempos. Aunque el ritmo en que está narrada no es tan fresco y tan rápido como otras series a las que podemos estar acostumbrados, uno se queda encandilado con esos personajes, sus situaciones y esa época en el que todo empezaba a cambiar.
La estética está cuidada al más mínimo detalle y uno no puede apartar la mirada al observar impasible el desfile de vestidos, trajes, peinados, muebles, coches, anuncios de publicidad... que nos llevan a una época en la que Estados Unidos vivía bajo el eslogan de "todo es posible en América".
Uno se queda hipnotizado entre el humo que sale de los innumerables cigarrillos que se fuman sus personajes. Un tabaco que es tan protagonista como el que más, ya que uno se sorprende al ver como el fumar estaba considerado como un signo de elegancia y clase, y como un cigarro estaba permitido hasta en el ginecólogo.
Todos los actores realizan un trabajo sobresaliente y, llevan a buen puerto unas situaciones creadas de manera brillante bajo la pluma de unos guionistas que nos regalan unas historias excepcionales.
En fin, nos encontramos ante una serie que aunque cuente con un ritmo lento no hace que te aburras. Uno disfruta con cada bocanada, con cada coche, con cada anuncio, con cada mujer que sube un peldaño en busca de un puesto de trabajo más allá de ser secretaria, con cada guiño a la homosexualidad escondida, con cada esperaza de conseguir una igualdad interracial, etc. Con "Mad men" uno solo puede sentarse y viajar en el tiempo. Un viaje que nos presenta a unos personajes a los que se odiará y amará a la par. Unos personajes únicos que nos adentran en un mundo no tan alejado de nosotros como uno podría imaginar.