Hace tiempo que Jason Statham viene reivindicándose como el hombre de acción a seguir. Ha cogido el testigo de figuras tan importantes del género y de la taquilla como Stallone, Schwarzenneger, y, más recientemente, Bruce Willis, con quien tiene en común más aspetos que los anteriores, aparte de su atractiva alopecia y la meticulosidad en sus procedimientos. Ya en “Los mercenarios”, la agradable sorpresa de Stallone, era el que tenía más lustre entre los action-men y se erigía en el delfín del protagonista de “Rambo”.

En “The Mechanic” no hace sino confirmar esta evolución hacia uno de los reclamos más inequívocos de la taquilla en su género. Statham interpreta a un asesino profesional de élite prácticamente infalible (“Me encargan misiones, me señalan objetivos”).
Es estudioso, metódico, certero, impasible y calculador. Elegante en su modus operandi y fino en su ejecutoria. Nunca actúa en caliente (“Apretar un gatillo es fácil. Los mejores trabajos son los que nadie se ha enterado de que has estado allí)”.
No deja que las emociones le afecten y estropeen un buen trabajo. Hasta que un delicado asunto le implica en un caso con su mentor (un Donald Shuterland serio y aceptable) y el hijo de éste, interpretado por un sorprendente Ben Foster que le da la réplica a Statham, encontrando una evidente química con su mentor, hasta el punto de erigirse como el hallazgo del film, en su rol de ahijado del maestro.

“The Mechanic” proporciona una pasajera distracción de tiroteos, acción, asuntos turbios de profesionales del crimen a sueldo, y cierta tensión dentro de una historia poco novedosa (ya de por sí es un remake del film protagonizado por Charles Bronson en 1972), pero bastante entretenida. No engaña a nadie y cumple su cometido, con lo que gana en honestidad. Además está revestida de cierto gusto.
Misión cumplida.