Tenía una de esas tardes estúpidas y aburridas de verano, que al igual que la canción que suena en la película , Let's Call the Whole Thing Off ( grande Armstrong) necesitaba algo ligero, pasajero pero con un mínimo de calidad.

Además su director, todo un Rob Reiner, (Misery, Algunos Hombres Buenos, Cuenta Conmigo, La Princesa Prometida) prometía el oro y el moro con semejante trayectoria comercial y de calidad.

Me dije:- ¿Qué cojones? ¿Una peli romántica para nenas con crisis de mediana edad? Seguro que merece la pena...-

Cuando me puse a verla, era como estar viendo una versión light de Annie y Hall de Woody Allen. Pero sin mala leche, ni la empatía que siempre logra el bueno de Allen . Es, al fin y al cabo, una comedia romántica con sus momentos, (Billy Crystal) y poco más.

Pero lo que si que es cierto, que detrás de ese aire bobalicón y naif, hay un mensaje mucho más importante detrás de lo ya mencionado. Un mensaje que crece y que, como la propia película, vendría a representar lo que son las relaciones de pareja... Personas que en un instante nos parecen del montón o hasta irritantes, con el paso de los años, van creciendo y se convierten en compañeros indispensables que ya sea por la inseguridad, falta de madurez o los prejuicios estúpidos del instante, no nos damos cuenta ni a patadas. Es una lástima que una idea no tan sobada, se desparrame por el acantilado de lo previsible... (ver más adelante en el spoiler)

Y sobre la escena del orgasmo fingido, más que la escena en sí, sin ánimo de ser sexista: un hombre también puede fingirlos; otra cosa es que esté dispuesto a engañar a su pareja...