Kevin Spacey jamás volvería a repetir semejante papel: el de padre "desquiciado" de todo: de su mujer, de su trabajo, de su vida. Todo lo que ha ido construyendo a lo largo de su existencia, descubre que está podrido y lo peor de todo, es que ante semejante panorama, él se siente como una balsa en mitad de un torrente de mierda. Vacío. Entonces inicia su regresión: intenta recuperar su juventud.

Annette Bening hace el papelón del siglo como mujer frustrada, hambrienta de éxito, capaz de follarse a quien sea por rozar con los dedos el estatus perdido en un barrio donde el teatrillo y las miserias aguardan cual arácnido en su guarida, a la espera de devorar a su siguiente víctima. La escena onanista del Spacey y el amago de polvo en el sofá de 2000 pavos, es sublime: vemos a una pareja devastada, que sin llegar a la brutalidad vista en "¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966)", representa el sinsabor de los matrimonios actuales: ante la mínima adversidad, abandonan el barco como las ratas del Titanic.

Pero es Spacey el que hacia el final de la película, en una brillantez insólita en él, refleja la auténtica felicidad tras recuperar su yo verdadero. Desatado y satisfecho al enfrentar la hipocresía, el cinismo y represión del sueño americano...