La película es descaradamente irreverente e iconoclasta. Por desgracia, la puesta en escena es poco imaginativa y se alarga excesivamente. Los chistes son burdos y grotescos. Falta chispa. Se cargan demasiado las tintas en la imagen cutre del Dios y la Diosa, que no pueden parecer más pordioseros, quitando todo el atractivo a la cinta. No se puede negar que hay efectos visuales y algunos gags muy logrados. El argumento parece inspirado en los autos sacramentales renacentistas y barrocos, al estilo de "El gran teatro del mundo", de Calderón de la Barca, donde el gran dramaturgo divino asigna sus papeles a los mortales. Ahora lo que hay son ordenadores para adjudicar destinos e inventar miles de leyes, con las que repartir culpas. ¿Cómo actuaría la gente si supiera la fecha de su muerte?. Esta parte de la producción justifica su existencia. Es una lástima que la realización no esté en su mayor parte a la altura, llegando demasiadas veces al puro aburrimiento, disparate tras disparate. Si no se hubiera malogrado la obra por este motivo, hubiera podido ser auténticamente genial.