Adoro a Uwe Boll cuando es un director descerebrado que rueda media docena de películas al año repletas de zombies, vampiros y hemoglobina. Adoro a Uwe Boll cuando pretende ser el Spielberg de la seire B con películas rodadas entre los amigotes de siempre, el desparpajo y la incompetencia de siempre. Pero cuando Uwe Boll se pone serio y no podemos reírnos de sus películas, entonces es cuanto menos me gusta Uwe Boll porque su valor radica en su rareza y “Asalto en Wall Street” podría haberla rodado cualquier director carente de la poderosa personalidad de Uwe Boll. Como película “Asalto en Wall Street” funciona moderadamente bien, no es casposa ni tampoco ilógica, a pesar de su apariencia de telefilme y de un guión tramposo, seguramente gustará a muchos espectadores ajenos al peculiar creador que hay tras esta película. Acción no hay demasiada y tensión cero, el guión es previsible y la crítica está descafeinada. Pero por momentos funciona. Y es una lástima, porque el mejor Uwe Boll es el peor y esta no es –ni de lejos- su peor película.