Largometraje que recorre la vida de dos familias a partir de los años ochenta hasta el presente, la muerte del hijo de una de las parejas, compuesta por Yaojun Liu (Jingchun Wang) y Liyun Wang (Mei Yong) hace que estos decidan retirarse a una zona rural a laboral y adopten a un niño, intentando erróneamente suplir al fallecido.

El filme no se desarrolla de forma lineal, por el contrario, hay constantes saltos en el tiempo que pueden determinarse con el gran trabajo de ambientación que se realiza, todo eso también demuestra un enorme trabajo de montaje, liderado por el tailandés Lee Chatametikool, que logra dar fluidez narrativa a pesar de todos estos cambios temporales.

Mei Ah junto con el director son los guionistas de esta película, que a lo largo de sus tres horas da tiempo para desarrollar muy bien los conflictos internos que maneja. Lo más relevante y mejor conseguido, es que además de explorar el espacio intimo de los personajes: el luto, el amor, los secretos, los anhelos; hay una gran exploración del contexto en el que los personajes viven.

Ellos no se despegan del elemento político, ambientando el inicio de su película en una época de consolidación del partido comunista, donde busca enaltecer una serie de políticas como la del -hijo único-, que va a afectar a los personajes, pero también otras referentes a los trabajos, con todas las implicaciones que estas traen a las personas.

Mientras el presente se muestra abrumador, diferente, globalizado y con un capitalismo cimentado en la urbe, de hecho, este cambio lo siente Yaojun y Liyun tras el regreso a su ciudad natal luego de años, lugar que apenas logran reconocer, mientras también se reencuentran con sus amigos.

Di jiu tian chang culmina siendo una obra abrumadora, que es mucho más que la aparente sencillez con la que Xiaoshuai filma, con dos protagonistas sobresalientes, que terminaron llevándose el premio a Mejor actor y actriz del Festival de Berlín de 2019, evento en el que se estrenó.