Michael Travis (Malcolm McDowell) es un vendedor de café que se encuentra en entrenamiento con la distribuidora “Café Imperial”, por un golpe de suerte tendrá que iniciar labores en dicha empresa antes de concluir su preparación.

Esa es la excusa con la que Anderson arranca este hilarante film, pero que pronto quedará atrás, debido a que se va desviando dicha trama, ya que irá presentando diversas situaciones de índole onírica y fantasiosa, es como ver episodios donde se resalta algún tema.

Es un manejo ciertamente interesante, puesto que el director en conjunto con David Sherwin -su guionista habitual- van haciendo sátira y crítica de una diversidad de temas, la opresión policial, la dualidad política comunismo/capitalismo de dicha época, la religión, la medicina, el cinismo empresarial y la guerra.

Todo dentro de la fundamentación de que el éxito se debe buscar y conseguir sin importar como, desde el inicio y a lo largo de todo el metraje hay una crítica constante al capitalismo y a su forma de producción y explotación.

McDowell sin duda alguna lleva el peso de la labor actoral, pasando en pantalla durante casi toda la película, un punto a destacar es que el grupo de actores tienen varios papeles a lo largo del film, otro ejercicio bien interesante.

Destacar la utilización musical, a cargo de Alan Price (otro recurrente en la filmografía de Anderson) que va acorde con la crítica que se hace a lo largo de la película, uno de los puntos más altos y que se va presentando con un grupo que va tocando cada cierto tiempo.

El pecado que tiene O Lucky Man! es su excesiva duración de tres horas, realmente se siente bastante cómo se extiende de más, pudo haberse acortado o alguna de las situaciones que suceden se pudo haber suprimido.

Con todo y esto estamos ante un film lleno de muy buenas intenciones, divertido y surrealista, bastante llamativo, ingenioso e imaginativo.