Pero se quedo a medias. La película es un homenaje a los filmes dirigidos y producidos por Steven Spielberg en los años ochenta. Una estetica cuidada, unos personajes bien definidos y una historia que mezcla el drama, la comedia y el miedo.

La película arranca bien, demasiado bien diría yo, porque tras cuarenta minutos magistrales el film empieza a decaer. Quizá sea culpa de un metraje corto, cuando la historia necesitaba un poco más de desarrollo, pero lo cierto es que la acción empieza a atropellarse como si le tardase llegar a un final, que aunque totalmente previsible, el espectador no necesita que llegue tan pronto. Una lástima.

Me quedo con esos cuarenta minutos que me transportaron treinta años atrás, y con la expresividad del actor principal, Joel Courtney, en cuya cara se pueden adivinar todas esas emociones que todos nosotros hemos tenido alguna vez en la vida.