Grata sorpresa me llevé con esta película que esperaba cruda y "fea". El estilo periodístico (o más bien fotográfico) con el que está narrada hacen que su historia sea ágil y amena dejando a un lado el desgarro moral del que suelen hacer gala este tipo de proyecciones. Si habláramos de un vino diría: "Es un sabor que sorprende" (Chiste dedicado en exclusiva a umahattori).
Ciudad de Dios es la ciudad de los desamparados, de los que perdieron todo y con muy poco fueron aglutinados allí. Haciendo un simil no se me ocurre otro mejor que esconder la mierda bajo la alfombra. Pero la gente tiene la fea costumbre de querer vivir, a veces incluso se trata de sobrevivir.
Así pues, marginados de su alrededor y con la propia policía corrupta, surgen focos de delincuencia: las drogas, los robos y la violencia son tópicos presentes en el film.
El protagonista sueña con ser fotógrafo y a través de sus ojos nos cuenta la historia de la favela donde vive desde pequeño.
Con los años, el ahora conocido como Zé Pequeño, se ha convertido en el alto mando. Es el dirigente y controla el mercado de drogas. Un asesino desprovisto de todo tipo de sentimientos. No le mueve nada más que el trabajo. Un trabajo destinado a buscar un ejército de maleantes que lo arrope y le de más dinero.
Curioso me pareció la organización de la favela según Zé pequeño. Nadie podía robar, atracar, violar o matar en ninguna parte de este territorio. Los enganchados podían así pasear seguros y los vecinos también. Así al líder Zé también se le hacía más fácil el control de la ciudad. Parece hasta una organización política ideal. El problema es que como a todo poder le llega la corrupción que en este caso es usada por el propio Zé pequeño. Es el jefe y no tiene escrúpulos.
Mi personaje favorito es por supuesto el compañero inseparable de Zé pequeño, Bené. Me pareció un encanto de persona y tierno (claro, teniendo en cuenta también el contexto social en el que se desarrolla su vida).