Steve Jobs, el mito norteamericano-empresario cretino, tuvo su esperado biopic de Hollywood, escrito por Aaron Sorkin y dirigido por Danny Boyle. La operación es familiar, recuerda a la Red Social, también obra de Sorkin, con una diferencia importante: Jobs es de una generación más cercana a Sorkin y la película que concibe Boyle es, al menos, tan buena como la de Fincher y probablemente más compleja e interesante.

El Jobs de Sorkin es, en esencia, el héroe sorkiniano: un estafador genial, un genio al borde del abismo, una individualidad incontrolable y más bien autodestructiva, un padre a pesar de todo, un esforzado compañero...Todo eso, al más puro estilo teatral, se concibe en 3 momentos, en 3 eventos sociales o presnetaciones donde Jobs es sobre todo él, él y sus circunstancias.

Nada más y nada menos: Kate Winslet está maravillosa como su compañera, Rogen y Daniels tienen apariciones estelares y poco usuales, y todo está diseñado para oír las largas líneas de guión de Sorkin recitadas de un modo nada sorkiniano por Michael Fassbender, quien evita cualquier parecido físico o gestual o vocal con el verdadero Jobs e interpreta a un mito sorkinano más.