La película de la directora polaca Malgorzata Szumowska es, sin duda, interesante. Plantea numerosos temas que nos interpelan invitándonos a la reflexión. No da todo hecho y digerido para que el espectador solamente diga si o no como si de una elección se tratase. Aquí hay que pensar y hablar. ¡Qué placentero es ir al cine con los amigos para después tomar algo mientras compartimos impresiones sobre lo que hemos visto! Se dice que la idea que el sujeto tiene de sí mismo se almacena en el cerebro. Cierto. Pero el cerebro se alimenta de datos que provienen de numerosas esferas de la persona. La esfera de su definición sexual, la esfera de su vivencia corporal, el ámbito de sus actitudes y valores y la dimensión de su capacidad intelectual son algunas de las fuentes para configurar la identidad global que la persona ostenta de sí. Estas fuentes de información no son elaboradas por el sujeto aislado sino que provienen de su constatación con el medio de relaciones interpersonales en el que vive. El medio está determinado por la cultura que aporta una forma de juicio sobre la realidad incluido el valor de la personas. Cambiar de rostro supone una crisis para el sujeto y para su medio que pasan a percibirlo de otra manera. En el caso de la película, Jacek, experimenta el rechazo, la despersonalización, la burla, la falta de solidaridad de su entorno, el absurdo de las creencias y, en definitiva, la incapacidad de comprender su sufrimiento. Este cambio en el sistema de referencias le hará cuestionar la cosmovisión en la que hasta entonces ha estado más o menos integrado y escapar hacia un lugar incierto donde pueda intentar ser otro sí mismo.