Mi calificación, aunque es la mas baja posible, aun me parece demasiado alta para lo que he visto de largometraje. No he sido capaz de terminar las 2 horas y 12 minutos de interminable odisea patriótico-americana, vomitivas, innecesarias y ridículas referencias religiosas, llantos desolados sin sentimiento, artificiales, banales, pútridos y, como no, un Gibson que, aunque nunca ha sido santo de mi devoción, esta vez me ha irritado su papel de héroe universal y despiadado, porque, aunque no siendo yo muy devoto de Santos y Oficios, anonadado me he quedado cuando, rezando el padre nuestro con el soldado que acababa de tener un hijo y "había estado en África construyendo una escuela para los huérfanos", pide ayuda en la batalla y reseña en un alarde de humor prepotente que "respecto al enemigo, ignora sus oraciones paganas y ayudanos a enviar a esos cabrones al infierno ". Que digo yo, que esos cabrones a los que se refiere estaban en su país y fueron invadidos, tienen también sus hijitos y sus hijitas monas, también son padres y esposos de sus esposas, lo mínimo que pueden hacer los soldados mas mejores del mundo es respetar a los que, como ellos, se ven obligados a luchar por su país, aunque creo que el coronel Moore disfruta mandando a "esos cabrones al infierno". Lo mejor, su compañero, el soldado implacable, el duro, aunque sospecho que no me ha dado ganas de vomitar porque me recordaba minimamente, un poquitisisisimo al Sargento de Hierro, personaje interpretado por el gran Clint Eastwood. Un saludo.

--
César A. Ruiz