Lo mejor: El prepúber que aún hay en mi ve satisfecho su deseo.

Lo peor: Los padres del amigo de Tom Hanks, que no ejercen ningún control en su hijo de 12 años, ya que puede ir y volver de Nueva York, ya sea de día o de noche, solo.

Al haber nacido en los 90, me perdí esa época de los 80 en la que las películas destinadas al público preadolescente estaban llenas de magia y se convertían automáticamente en clásicos. Aun así, siempre que visualizo cualquier clásico ochentero, intento ponerme en la piel de un niño de 10 años que va a ver esa película por primera vez al cine. En el caso de ‘Big’ puedo entender perfectamente la veneración que se le ha llegado a profesar. Todos cuando empezamos a explorar lo que era la pubertad, deseamos ser mayores. Querer ser independientes de los padres, escapar de las obligaciones impuestas en casa y en la escuela, gustar a la chica o chico que nos guste, son situaciones que empiezan a coger importancia y se convierten en prioridades sociales que sólo con paciencia podremos alcanzar. La vía fácil es pedir un deseo y que se cumpla. ‘Big’ reúne este deseo de tantos prepúberes y lo hace realidad, con un gran ingenio y gracia pero a la vez permitiendo que el personaje de Tom Hanks (que una vez más sigue aportando grandes interpretaciones) evolucione y se desquite del gran mal de muchas comedias: el simplismo.

No podemos valorar a ‘Big’ igual que se valoraría a ‘El padrino’, pues pertenecen a géneros totalmente opuestos. Pero esto no significa que ‘Big’ sea una película menor, pues en su género brilla con luz propia. Así pues, ‘Big’ es una película entretenida y divertida, una comedia blanca y familiar que, al permitir que el personaje tenga algo de profundidad, no se queda en una simple comedia y “digievoluciona” a una gran comedia mágica que pasará a la historia por lo que es y por lo que significó a una generación entera.