Cerca de Malik lo que ocurre es que te sientes como quiere que te sientas, a través de la trampa de nuestros recuerdos, de nuestras vidas. Nadie se reconocerá en la descripción del amor y el engaño si no ha vivido así, nadie se conmoverá si ha pasado de puntillas y con calma por el territorio de los sentimientos, si no ha habido tormenta en la metáfora del agua que usa el director tantas veces. Y a partir de ahí, es insensato esperar apreciar lo que sucede en la pantalla, que no es otra cosa que la sorpresa absoluta de que los sentimientos, no lo que provoca esos sentimientos, se pueden dibujar y transmitir con imágenes, texto, y música. Contar historias gradiosas y sentirnos razonando sobre esas historias de una manera es una cosa, y otra muy diferente ser escueto, parco y austero sobre el contenido pero finalmente apuñalar igualmente con esas sensaciones, como si de una droga se tratara: dolor o alegría sin una causa enorme y peliculera, sino buscando dentro de nosotros.