Vuelta de tuerca del subgénero carcelario y que constituye el regreso de Stallone y Schwarzenegger a la gran pantalla, juntos de nuevo tras la saga “Los mercenarios”.
Cine de acción como el de antes, como el que nos hizo vibrar sobre todo en los años 80. Y que principalmente invita a una reflexión, de porque estos dos actores no lograron nunca cristalizar un proyecto conjunto cuando estaban en lo más alto.
Todavía tienen cuerda para rato, y más cuando protagonizan productos que unen entretenimiento y cierto componente artesano. Un guiño a toda una generación, que a buen seguro puede ser disfrutado por los más jóvenes.
La película tiene un esquema muy sencillo, y sigue los derroteros del cine escapista. Siempre he defendido la teoría de que el cine de cárceles funciona a la perfección, no sé lo que tiene.
Su mejor virtud es la compensación entre las escenas de acción, alejándose de esa idea actual de impactar por la acumulación de frenetismo.
Si hubiera sido una película dirigida por Paul Verhoeven o John McTiernan en los ochenta, estaríamos hablando sin duda de un clásico generacional. Lástima que llegue tan tarde, y con un director a priori poco apropiado para el género.
Aún así, no hay nada como dejarse llevar por la nostalgia en una butaca de una sala de cine.