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FEnrique rating:
10
7.4
6,752
Drama
Roslyn Tabor (Marilyn Monroe) befriends three cowboys while in Reno to obtain a divorce, and is extremely upset when she realizes they plan to trap wild horses to sell them for dog meat.
Language of the review:
- es
May 26, 2023
1 of 2 users found this review helpful
El rodaje de "Vidas rebeldes" acabaría siendo una tortura para los tres protagonistas, el guionista y el director, aunque es posible que este último, John Huston, disfrutara en el sufrimiento con aquella explosión auténtica de vida que encajaba con su aliento existencial; malgastó en el casino incluso lo que no era suyo[1] mientras fumaba y bebía compulsivamente. No importaba que esa vida se estuviera apagando en los ojos de los protagonistas, porque ese ocaso traspasaba los límites de la ficción para convertirse en un testimonio desolador de la belleza entre el desierto caluroso pero oscuro y el espíritu irrefrenable de la decadencia humana. Probablemente el genial director no volvería a encontrar esa senda en el vientre de la melancolía hasta que llegaron los muertos de “Dublineses” cuando ya se estaba muriendo mientras pagaba el tributo a una ruta plagada de excesos que había provocado que muchas veces no pudiera exhibir su inmenso talento. Para él la vida estaba demasiado por encima de la gloria.
El guion de "Vidas rebeldes", película que, desde mi punto de vista, llegará a ser mítica algún día por sus valores cinematográficos intrínsecos no solo por ser una leyenda, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca aunque fuera distinta, no llegaría a ser como él quiso alguna vez que fuera antes de su pregonado romance con el actor y cantante francés Yves Montand, él no sería una excepción que cercenara su naturaleza enamoradiza y con tendencia a la infidelidad. Marilyn era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en una parada de autobús, ligera de cascos, sin familia y, lo más peligroso, sentimental. Sus personajes no tenían ataduras emocionales cuando no quedaba amor, a veces incluso cuando no era así, ni sociales, ya que nunca habían tenido una reputación que proteger o un hogar que mantener en pie. Pero acababan vendiéndose por un gesto de comprensión o una caricia con la mirada.
De aquel duelo involuntario de perdedores se deduce, nunca se confirmó, que Marilyn cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable, y ahí se resuelve el extraño y profundo magnetismo que desprenden las escenas que comparten. Es posible, de ser cierto, que ahí radicara la causa principal de la ruptura[2]; la paciencia de Miller tenía unos límites. Pero también se afirma que el matrimonio ya había naufragado; los devaneos y las tendencias depresivas de Marilyn no mejoraban con esta relación que fue celebrada por la prensa, haciéndole poca justicia a Marilyn, como la unión del cerebro y el cuerpo, a esto habría que añadir un aborto que la llevó a un pasaje del agua sin retorno. Se rumorea que el hijo que esperaba no era de Arthur Miller sino de Yves Montand. Pero ni siquiera es seguro que hubiera estado embarazada. Esto es otra historia que la prensa menos rigurosa no ayuda a esclarecer; llega a hablar de que la actriz tuvo en su vida cuatro abortos, todos ellos involuntarios. Tiempo después supe que Henri Miller tendría un hijo, Daniel, al que abandonó porque tenía síndrome de Down. Daniel lo acabó perdonando, puede que yo no haya podido hacerlo.
Miller desnudó el alma de su mujer y, aparentemente, acabó siendo indiscreto y cruel, tenía motivos sobrados para ambas cosas ya que había sufrido un castigo duro, excesivo incluso para un hombre abierto y liberal como él que pertrechado en su inteligencia sabía beber sin embriagarse los sorbos amargos del drama de la vida. A pesar de todo le acabó sirviendo en el aire el papel que ella siempre había buscado como a una Salomé inconstante, errática y sin ninguna concesión a la prudencia, eso sí cargada de buenas intenciones. Siempre se ha dicho que el pecado más grande de Marilyn era su incapacidad para mentir.
El resultado de “Vidas rebeldes” no acabó de satisfacer a la crítica aunque la considere un documento mítico y único por desvelarnos en primera plana el destino que esperaba a los protagonistas; Clark Gable parecía presagiar su cercano final, con la mirada introspectiva, la respiración profunda y el cansancio en su rostro. Marilyn estaba desquiciada por sus amores perdidos, por el alcohol y el Nembutal, y, para empeorarlo todo, cayó enferma. Montgomery Clift seguía hundido en su tormento y enredado en las drogas que lo arrojaban en el regazo de sus ansias autodestructivas, ya que no podía superar el terrible accidente que lo desfiguró y lo entregó al dolor, a lo que se añadía su sempiterno drama por no asumir su más que probable homosexualidad (hace poco he leído que la vivió plenamente, que no le preocupaba demasiado).3. La película tampoco contó con la mirada condescendiente del público que no supo apreciar en un primer momento que nunca la tristeza había desprendido, desde el gris, tanto resplandor, nunca había la belleza profanado con tanta sensualidad y telúrica morbidez los templos ruinosos y sombríos de la desesperanza. No fue, sin duda, el último western como dijo Arthur Miller, pero sí la última película para dos mitos y el crepúsculo prematuro y tortuoso para otro.
[1] Huston había recibido dinero adelantado para gastos de la película por parte de la productora y la cantidad que había gastado era superior a sus emolumentos.
[2] Hoy día se tiende a pensar que lo que Marilyn sintió por Clark Gable era algo parecido al complejo de Electra pero, extrañamente, sin implicaciones sexuales en su caso; el mítico actor sería el padre aventurero, soñador y cariñoso que siempre quiso tener. Por otra parte es más que probable que Arthur Miller ya hubiera arrojado la toalla antes de que empezara el rodaje, era demasiado duro afrontar el último idilio, que llegó a ser público, de la actriz con Yves Montand, además conoció a Inge Morath, una fotógrafa que, junto a otros muchos, hacía la cobertura de la película y, ante la evidencia del distanciamiento con Marilyn, intimó con ella. Se casarían poco tiempo después.
El guion de "Vidas rebeldes", película que, desde mi punto de vista, llegará a ser mítica algún día por sus valores cinematográficos intrínsecos no solo por ser una leyenda, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca aunque fuera distinta, no llegaría a ser como él quiso alguna vez que fuera antes de su pregonado romance con el actor y cantante francés Yves Montand, él no sería una excepción que cercenara su naturaleza enamoradiza y con tendencia a la infidelidad. Marilyn era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en una parada de autobús, ligera de cascos, sin familia y, lo más peligroso, sentimental. Sus personajes no tenían ataduras emocionales cuando no quedaba amor, a veces incluso cuando no era así, ni sociales, ya que nunca habían tenido una reputación que proteger o un hogar que mantener en pie. Pero acababan vendiéndose por un gesto de comprensión o una caricia con la mirada.
De aquel duelo involuntario de perdedores se deduce, nunca se confirmó, que Marilyn cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable, y ahí se resuelve el extraño y profundo magnetismo que desprenden las escenas que comparten. Es posible, de ser cierto, que ahí radicara la causa principal de la ruptura[2]; la paciencia de Miller tenía unos límites. Pero también se afirma que el matrimonio ya había naufragado; los devaneos y las tendencias depresivas de Marilyn no mejoraban con esta relación que fue celebrada por la prensa, haciéndole poca justicia a Marilyn, como la unión del cerebro y el cuerpo, a esto habría que añadir un aborto que la llevó a un pasaje del agua sin retorno. Se rumorea que el hijo que esperaba no era de Arthur Miller sino de Yves Montand. Pero ni siquiera es seguro que hubiera estado embarazada. Esto es otra historia que la prensa menos rigurosa no ayuda a esclarecer; llega a hablar de que la actriz tuvo en su vida cuatro abortos, todos ellos involuntarios. Tiempo después supe que Henri Miller tendría un hijo, Daniel, al que abandonó porque tenía síndrome de Down. Daniel lo acabó perdonando, puede que yo no haya podido hacerlo.
Miller desnudó el alma de su mujer y, aparentemente, acabó siendo indiscreto y cruel, tenía motivos sobrados para ambas cosas ya que había sufrido un castigo duro, excesivo incluso para un hombre abierto y liberal como él que pertrechado en su inteligencia sabía beber sin embriagarse los sorbos amargos del drama de la vida. A pesar de todo le acabó sirviendo en el aire el papel que ella siempre había buscado como a una Salomé inconstante, errática y sin ninguna concesión a la prudencia, eso sí cargada de buenas intenciones. Siempre se ha dicho que el pecado más grande de Marilyn era su incapacidad para mentir.
El resultado de “Vidas rebeldes” no acabó de satisfacer a la crítica aunque la considere un documento mítico y único por desvelarnos en primera plana el destino que esperaba a los protagonistas; Clark Gable parecía presagiar su cercano final, con la mirada introspectiva, la respiración profunda y el cansancio en su rostro. Marilyn estaba desquiciada por sus amores perdidos, por el alcohol y el Nembutal, y, para empeorarlo todo, cayó enferma. Montgomery Clift seguía hundido en su tormento y enredado en las drogas que lo arrojaban en el regazo de sus ansias autodestructivas, ya que no podía superar el terrible accidente que lo desfiguró y lo entregó al dolor, a lo que se añadía su sempiterno drama por no asumir su más que probable homosexualidad (hace poco he leído que la vivió plenamente, que no le preocupaba demasiado).3. La película tampoco contó con la mirada condescendiente del público que no supo apreciar en un primer momento que nunca la tristeza había desprendido, desde el gris, tanto resplandor, nunca había la belleza profanado con tanta sensualidad y telúrica morbidez los templos ruinosos y sombríos de la desesperanza. No fue, sin duda, el último western como dijo Arthur Miller, pero sí la última película para dos mitos y el crepúsculo prematuro y tortuoso para otro.
[1] Huston había recibido dinero adelantado para gastos de la película por parte de la productora y la cantidad que había gastado era superior a sus emolumentos.
[2] Hoy día se tiende a pensar que lo que Marilyn sintió por Clark Gable era algo parecido al complejo de Electra pero, extrañamente, sin implicaciones sexuales en su caso; el mítico actor sería el padre aventurero, soñador y cariñoso que siempre quiso tener. Por otra parte es más que probable que Arthur Miller ya hubiera arrojado la toalla antes de que empezara el rodaje, era demasiado duro afrontar el último idilio, que llegó a ser público, de la actriz con Yves Montand, además conoció a Inge Morath, una fotógrafa que, junto a otros muchos, hacía la cobertura de la película y, ante la evidencia del distanciamiento con Marilyn, intimó con ella. Se casarían poco tiempo después.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Carta de despedida a Roslyn y Arthur
Marilyn nunca estuvo más bella que en "Vidas rebeldes", creo que a ello contribuyó que se sentía más insegura que nunca con sus 34 años y que dejó fluir su tristeza natural, solo pondría a su altura la escena de "I'm through with love" de "Con faldas y a lo loco" precisamente porque erige un monumento a la melancolía en una película en la que llega a estar muy alegre.
Con respecto a "Vidas rebeldes" te diría que a mí me ha pasado lo contrario que a ti, la vi hace muchos años y no la tuve muy en cuenta; la veía muy lejos de “Niágara” o “Con faldas y a lo loco”. Volví a verla hace poco y cambié de opinión; entre las mejores películas de Huston aunque no esté a la altura de "Cayo Largo" o "Dublineses", hay muy pocas películas por encima de estas. Huston demostró siempre que le importaba más la vida que el cine y para él tuvo que ser un regalo, a pesar de la dificultad extrema, encontrarse con tres actores excepcionales que habían bajado la guardia y al mejor dramaturgo estadounidense del momento, con permiso de Tennessee Williams, a su disposición para modificar lo que iba saliendo sobre la marcha, el relato llevaba un tiempo escrito, se trataba de adaptarlo al estado emocional, más delicado aún de lo que se pensaba, de los actores; las estrellas no saben arrastrarse por la arena ni soportan, cómo el sol, que les miren a los ojos cuando caminan entre las nubes. Quizás no debamos verla como una película al uso, en un momento deja de importarnos lo que pasa, el argumento, la grisura que envuelve el pasado de los que siempre pierden, lo importante es ver como se interrelacionan los tres protagonistas en ese momento, cuando no parece que haya futuro, las miradas, los gestos, cómo transmitían el drama que vivía cada uno de ellos. El viejo y eterno seductor abría los ojos y creía ver los de la muerte confesando que había vivido aunque nunca se había recuperado del todo de la muerte en un avión de Carole Lombard. Más previsible y falto de sentido era el destino de sus jóvenes compañeros que quemaban los latidos con el paso acelerado sin detenerse siquiera para enfrentarse con los rostros del espejo.
Yo también pienso que nadie amó a Marilyn como el héroe italo-americano y que todo hubiera sido más fácil si ella hubiera sido Norma Jeane, no era un hombre preparado para lidiar con el resplandor indómito y voluble de una estrella sin norte, admitamos que casi ningún hombre lo está y ella puso el listón más alto que ninguna, quizás superada por Ava Gadner porque esta buscaba más sexo que amor y ha representado mejor que ninguna en Hollywood la asunción del papel que le estaba reservado al hombre en la conquista. Creo que Arthur Miller también la amó y que el problema, que acabaría reflejando un desdén evidente por la impotencia que sintió por no poder solucionarlo, es que llegó a comprenderla.
Cuando empezó el rodaje de la película hacía unos meses que todo había acabado; ella seguiría buscando la muerte cómo quien juega a la vida, él, hombre valiente e intachable en tantos órdenes de la vida, acabaría manchando para siempre su memoria con el trato lamentable que le daría a su hijo, Daniel, con síndrome de Down, pocos años después, a su hijo, porque tenía síndrome de Down. Admiro a Miller desde que vi “Todos eran mis hijos” cuando aún sabía hablar, he conocido esta noticia hace poco y me produjo tristeza. Su hijo vivió siempre en una residencia sin apenas visitas de su padre, no así de su madre, se abrazó a él mientras lo perdonaba, ya adulto, en público, sobre un escenario.
Neruda tuvo un comportamiento similar con su hija Marina, aquejada de hidrocefalia. El poeta, que yo sepa, nunca entonó un mea culpa por ello, sí por sus loas a Stalin en poemas y declaraciones. En cambio Joan Margarit y los suyos nos reconcilian con el mundo, su Joana es inmortal.
(20 de marzo de 2018)
Marilyn nunca estuvo más bella que en "Vidas rebeldes", creo que a ello contribuyó que se sentía más insegura que nunca con sus 34 años y que dejó fluir su tristeza natural, solo pondría a su altura la escena de "I'm through with love" de "Con faldas y a lo loco" precisamente porque erige un monumento a la melancolía en una película en la que llega a estar muy alegre.
Con respecto a "Vidas rebeldes" te diría que a mí me ha pasado lo contrario que a ti, la vi hace muchos años y no la tuve muy en cuenta; la veía muy lejos de “Niágara” o “Con faldas y a lo loco”. Volví a verla hace poco y cambié de opinión; entre las mejores películas de Huston aunque no esté a la altura de "Cayo Largo" o "Dublineses", hay muy pocas películas por encima de estas. Huston demostró siempre que le importaba más la vida que el cine y para él tuvo que ser un regalo, a pesar de la dificultad extrema, encontrarse con tres actores excepcionales que habían bajado la guardia y al mejor dramaturgo estadounidense del momento, con permiso de Tennessee Williams, a su disposición para modificar lo que iba saliendo sobre la marcha, el relato llevaba un tiempo escrito, se trataba de adaptarlo al estado emocional, más delicado aún de lo que se pensaba, de los actores; las estrellas no saben arrastrarse por la arena ni soportan, cómo el sol, que les miren a los ojos cuando caminan entre las nubes. Quizás no debamos verla como una película al uso, en un momento deja de importarnos lo que pasa, el argumento, la grisura que envuelve el pasado de los que siempre pierden, lo importante es ver como se interrelacionan los tres protagonistas en ese momento, cuando no parece que haya futuro, las miradas, los gestos, cómo transmitían el drama que vivía cada uno de ellos. El viejo y eterno seductor abría los ojos y creía ver los de la muerte confesando que había vivido aunque nunca se había recuperado del todo de la muerte en un avión de Carole Lombard. Más previsible y falto de sentido era el destino de sus jóvenes compañeros que quemaban los latidos con el paso acelerado sin detenerse siquiera para enfrentarse con los rostros del espejo.
Yo también pienso que nadie amó a Marilyn como el héroe italo-americano y que todo hubiera sido más fácil si ella hubiera sido Norma Jeane, no era un hombre preparado para lidiar con el resplandor indómito y voluble de una estrella sin norte, admitamos que casi ningún hombre lo está y ella puso el listón más alto que ninguna, quizás superada por Ava Gadner porque esta buscaba más sexo que amor y ha representado mejor que ninguna en Hollywood la asunción del papel que le estaba reservado al hombre en la conquista. Creo que Arthur Miller también la amó y que el problema, que acabaría reflejando un desdén evidente por la impotencia que sintió por no poder solucionarlo, es que llegó a comprenderla.
Cuando empezó el rodaje de la película hacía unos meses que todo había acabado; ella seguiría buscando la muerte cómo quien juega a la vida, él, hombre valiente e intachable en tantos órdenes de la vida, acabaría manchando para siempre su memoria con el trato lamentable que le daría a su hijo, Daniel, con síndrome de Down, pocos años después, a su hijo, porque tenía síndrome de Down. Admiro a Miller desde que vi “Todos eran mis hijos” cuando aún sabía hablar, he conocido esta noticia hace poco y me produjo tristeza. Su hijo vivió siempre en una residencia sin apenas visitas de su padre, no así de su madre, se abrazó a él mientras lo perdonaba, ya adulto, en público, sobre un escenario.
Neruda tuvo un comportamiento similar con su hija Marina, aquejada de hidrocefalia. El poeta, que yo sepa, nunca entonó un mea culpa por ello, sí por sus loas a Stalin en poemas y declaraciones. En cambio Joan Margarit y los suyos nos reconcilian con el mundo, su Joana es inmortal.
(20 de marzo de 2018)