Podría parecer que la película tiene dos partes, pero más bien se trata de una introducción de dos horas (una historia de Navidad de principios de siglo XX donde se presenta a unos personajes de alta cuna con sus subtramas) y un nudo y desenlace de una hora que ya nos pilla un tanto cansados. En esta última hora, el metraje se vuelve trágico, onírico y quimérico.

Me parece destacable la dirección artística, con una decoración sobrecargada y de colores cálidos en la casa de los Ekdahl; luminosa y alegre en la casa de verano; blanca y austera en el hogar del pastor. También remarcaría el espectacular trabajo de vestuario, pero aparte de estos aspectos, pese a que leo que es una de las películas menos densas de Ingmar Bergman, la realidad es que a mi sí me ha parecido espesa.