Aronofsky hizo dos películas en una. La primera, más propia de una versión de El Señor de los Anillos. La segunda, más propia de... bueno, no lo sé, pero poco que ver con la primera.

Yo, que soy consciente de lo fácil que me entran las cosas por los ojos, quedé enamorado de la primera parte. Me daba mucha pereza ponerme con algo bíblico de más de dos horas de duración, pero pronto quedé encantado con la libre versión del arca de Noé que proponía Aronofsky. Eché mucho de menos precisamente al director, que destaca por su sonoridad y su visualidad. Noé es una película muy visual sobre todo en su primera parte, pero no es esa visualidad la que uno espera de Aronofsky, sino una con mucha más personalidad. Tiene destellos de eso, y también tiene destellos de volver por terrenos espirituales recordando a La Fuente de la Vida, pero al final Aronofsky termina filmando su película menos Aronofsky.

Es curioso que la película es mucho más espectacular antes del diluvio, y durante el mismo es muy sosa. Quizá el error está en verla como "la peli del gran diluvio, la del arca de Noé" y no como "Noé", que es como se llama y de lo que realmente va. Porque Noe, con un Russell Crowe bastante por encima de sus últimas películas, es absoluto protagonista de su película. Nos acercamos a un personaje bíblico por fuera y también por dentro. Acostumbrados a ver este tipo de películas con personajes que simplemente acompañaban los acontecimientos, aquí tenemos un Noé profundo, un Noé que muestra todas sus inquietudes y dudas y que comprobará que el diluvio es el menor de sus males.

Es una buena película, pero para los que disfrutamos de la filmografía de Aronofsky como una de las mejores del cine reciente se queda demasiado poco atrevida. Si eres un espectador casual que la vería fuera cual fuera el director, no creo que quedes muy defraudado. Eso sí, si esperas un diluvio universal a lo Roland Emmerich... pues no.