Las virtudes de la primera parte de Matrix quedan, en esta continuación, reducidas a una mera sucesión de videojuegos de última generación. El apabullamiento visual mediante persecuciones, fantasmadas, peleas de kárate, piruetas imposibles y demás chorreces que no se las cree ni un niño de cinco años, es el único objetivo que tiene esta película. El guión es absolutamente inexistente y ni siquiera se logra entrever qué diablos hacen los personajes principales cuando se conectan a Matrix y porqué, ya que los diálogos son de lo más penoso que se ha hecho en mucho tiempo. Simplemente, se limitan a ir de aquí a allá rompiéndolo todo y machacando enemigos...¡qué simple!, ¿verdad?

Señores, antes que ver otra de estas payasadas me quedo con mi consola de videojuegos Atari o los emuladores que hay por Internet. Al menos, éstos no me intentan engañar de mala manera. Además, en videojuegos, siempre he preferido el Arkanoid (aquella pala con la pelotita que derribaba ladrillos de un muro) al Need For Speed o al Mortal Kombat. Eso sí, le subo un puntito al engendro por Carrie-Anne Moss (otra de mis musas) y sus trajes ajustados de cuero negro brillantes, que incitan la líbido a cualquiera. Para el público femenino, debe ser curioso y, tal vez descorazonador ver vestido a Keanu Reeves (Neo) como un cura volador...