Iba a decir que Kung Fu Master sería una película imposible hoy en día, que la historia firmada por Agnès Varda en 1988 se vería hoy como controvertida, generaría polémica en el festival que la presentara y que ofrecería un evitable plus de expectación.

Que no se rodaría, directamente.

Pero vista hoy más de treinta años después, no puede ser una película más blanca y el escándalo derivado del argumento sonrojaría a quien pudiera poner reparos a la hora de rodar una simple historia de amor. Que puede que chirríe en el planteamiento y credibilidad y esté al límite de lo inverosímil dicho sea como si estuviera entre un (im)pertinente paréntesis.

Pero hay películas hoy con argumentos similares incluso en el indie americano porque quizá ya la inocencia a estas alturas ya está más que finiquitada. Ya no escandaliza nada tal vez, y ¿eso es algo bueno?