Con todos mis respetos hacia un género inigualable. Hacia un género olvidado, ninguneado y solitario como sus antihéroes. Allá donde el honor es admirable y la ética personal y profesional son valorables.
Donde los rudos y los testarudos se confunden en los bares con las personas, en toda la amplitud de esta palabra. Allá donde los gestos son inequívocas señales de angustia, amor y amistad.
Muchos se preguntarán aquí el porqué de estas sinceras letras, pero no hay respuesta, sólo hay un visionado obligado a lo largo de horas de metraje. Sólo hay que caminar a través del desierto.
De entre todos sus sudorosos e inquebrantables rostros emerge la figura de Eastwood, la del maestro Clint. Y de entre todas sus obras la última que hasta ahora nos deja este legendario octogenario, la mezcla de todas las mezclas, el western urbano de Gran Torino.