Tenía ganas de ver ésta película argentina dirigida por Clarisa Navas porque intuía que había algo en ella que me iba a gustar y afortunadamente no me equivocado nada en la apreciación. No siempre es así en el Zinemaldi, aunque uno haya aprendido con el tiempo a desarrollar el olfato festivalero, siempre te pegas alguna buena torta con la elección y más en ésta edición donde andamos bastante perdidos al tener una capacidad de elección muy mermada por las restricciones propias de la pandemia.

Me gustan las historias honestas de supervivencia en barrios marginales y ésta lo es, con el aditivo de que también es una potente historia de afectos y diversidad. Sorprende el trato y el reflejo tan preciso que hace la directora de los personajes que aparecen en pantalla. “Iris”es una chica solitaria y huidiza que encuentra en una pelota de Basket y en una cancha destartalada, su modo de supervivencia en un entorno golpeado por las drogas y la delincuencia, me ha encantado el trabajo que hace SOFÍA CABRERA del personaje y de hecho creo que sobrepasa al de todo el reparto, pese a que la “estrambótica” pareja de hermanos “queer” con quienes comparte confidencias y afectos ayudan y mucho a su lucimiento, sin ellos tres en la pantalla la película se desinfla y pierde fuelle. En cambio “Renata”la mujer que fascina a “Iris” no logra la misma intensidad emocional pese a su complejo y caprichoso carácter.

La cámara sigue las andanzas de éstos adolescentes como si formásemos parte de su misma cuadrilla y nos permite asistir a sus inquietudes y a sus decepciones en el sórdido mundo en el que se mueven intentando buscar su propia identidad, una identidad que va más allá de las etiquetas con las que acostumbramos a encorsetar muchas veces a las personas.