Película inclasificable y no porque su argumento sea algo metafísico ni mucho menos, pasa que no es comedia pero tampoco drama, es decir deambula entre hacernos reír y llorar pero no logra hacer ninguna de las dos cosas. La trama cuenta como una madre le pide a uno de sus hijos, un director de teatro recién separado, depresivo y sin saber que rumbo dar a su vida, que cuando ella muera sea tirado su cuerpo al mar (pero sin cremar). La cuestión es que la cosa se complica cuando efectivamente muere y éste debe cumplir la promesa haciendo un viaje con su hija y el cuerpo de su madre a la ciudad natal de la misma. En ese viaje uno imagina que quizás debería ser de redención, acercamiento y conocimiento entre padre e hija pero poco de eso ocurre, sólo se desarrollan conversaciones sin importancia y hechos en muchos casos irrelevantes que poco aportan al film. Dentro de las actuaciones Ernesto Alterio, mas allá de su peinado que aquí no lo favorece, ha hecho cosas mejores, Gala Amyach, quien es la hija del director en la vida real, esta correcta y Magui Mira en su breve aparición le sobra como para sobresalir de todos.