Esto, amigos, no es un documental. Es una hagiografía donde salen tiburones por en medio.

Lamento profundamente el fallecimiento de Rob Stewart, pero pasa que un documental hecho por un militante adolece de su resultado final cuando no sabe diferenciar entre su objetivo vital y el documental que está haciendo. Y ojo, firmo al cien por cien el contenido de la película, pero falla como película documental.
No valoro el mensaje, no lo cuestiono. Cuestiono en medio y la forma de hacerlo.
Stewart parece a ratos tener más peso que los tiburones y, de forma incuestionable, falla como película DOCUMENTAL.

Pondré un ejemplo muy naif. El uso de la música en estos documentales habla mucho de qué estamos viendo y la música en cualquier película quiere enfatizar y profundizar lo que vemos. O dicho de otra forma: manipular las emociones del espectador. Y aquí, se hace eso mismo.

Bonitas imágenes e impecable mensaje, pero para nada entre los mejores documentales que uno puede encontrar de tiburones.