En el punto de partida, una hermosa historia de amor no correspondida contada a base de flashbacks y beneficiada por actuaciones en verdad inolvidables, sobresaliendo la figura de Joan Fontaine.
La brillante puesta en escena, los suaves y fluidos movimientos de cámara, la elegancia técnica de cada encuadre que parece hecho a medida y una musicalidad dotada de vida propia, forman una cinta imprescindible para cualquier amante del séptimo arte.
Uno de los mayores aciertos de este film, radica en la capacidad que emana para capturar en imágenes el movimiento del alma en su pasaje solitario hacia la muerte.
Max Ophüls demuestra una clase indómita, proverbial, y fuera de lo común, convirtiendo esta película en un clásico imperecedero, de un magnetismo emocional colosal y de un lirismo arrollador.
Esta es una película para contemplar más que para analizar o reflexionar.
Uno de los mejores melodramas de la historia del cine. Obra maestra.

En este film se pueden apreciar algunos de los rasgos característicos de su autor:
- Retratista del universo femenino
- Perfecto dominio del lenguaje cinematográfico
- Puesta en escena pulida a la perfección
- Personificación de los objetos inanimados
- Planos secuencia constantes
- Reflexión moral de los sentimientos más humanos, siendo el amor su tema recurrente.