Hay más víctimas del boom del ladrillo: los trabajadores de la construcción sin ir más lejos. Hubiera estado bien retratarlos como algo más que una panda de vagos en caravana con televisor.

Es poco creíble el detalle de llevar la chequera para pasear al perro y estaría por ver la validez y legalidad de ese cheque.

La crítica social abarca al sistema legal que obstaculiza el poder reclamar lo que pertenece por derecho. También tenemos el asunto de lo socialmente normal, que es casarse y tener casa a los 30 como muy tarde, y una casa con vistas al mar, no un pisito para empezar. Ella se siente mal porque no tiene nada, es decir, no tiene ni marido ni casa, y lo triste y grave es que mucha gente siga pensando igual que sus bisabuelas. La pareja ni siquiera se lleva bien, hace lo que se supone que hace todo el mundo, pero discuten hasta por un maldito bogavante, porque hay que figurar y hacer un bodorrio como todos los demás.

Los policías añaden el toque de comedia involuntaria y restan credibilidad y dramatismo a la escena final, en la que se luce Tejero especialmente.