Buena aproximación de Garci al cine negro en una cinta que rebosa artificio y maestría por los cuatro costados. Está claro que Landa no es Bogart (tampoco Garci es Howard Hawks), sin embargo, ello no debe ser óbice para dejar escapar este título, una de las mejores películas policiacas realizadas en España.

Pese a los defectos que pudiéramos encontrarle (como altibajos en la fluidez narrativa, un tempo quizá demasiado lento para el género negro, etc.), sus virtudes compensan con creces los puntos negativos que pudiera tener.

Landa está soberbio en el papel del impertérrito Germán Areta, un tipo duro y honesto capaz de dejarse el pellejo para llegar al fondo de la cuestión. La excelente y melancólica banda sonora, los planos de un Madrid pretérito lleno de encanto y el engranaje perfecto entre los silencios y las miradas en unos diálogos que nos dejan más de una perla, contribuyen a dar forma a todo un ejercicio de sabiduría cinematográfica con el que Garci nos muestra, a través del filtro de la nostalgia, sus gustos y pasiones de siempre: el detective desengañado pero obstinado al mismo tiempo, la traición y el engaño, el malo malísimo, el amor de una mujer, el boxeo, los naipes, el tabaco, las salas de cine, la ciudad de Nueva York con sus taxis, su bullicio y su característico perfil...

En resumen, un producto muy recomendable, bastante alejado del tipo de cine que suele hacerse hoy en día. Merece la pena redescubrirla.