Hace dos años distruté unos días con Sara y los gemelos. Y entre un montón de actividades, hubo tiempo para divertirnos con una película que les iba a gustar.

Una tarde noche, programé E,T. pues se encontraban en la mejor edad para disfrutarla. Mi sorpresa llegó, cuando pasados unos minutos vi como se aburrían y dejaban de prestar atención.

Una de las mas bellas películas que recuerdo, pasados treinta y cinco años ya no les interesaba, no les decía nada. Son unos niños sensibles y muy cariñosos... y fue en ese instante cuando me di cuenta, que el buen cine, aún siendo intemporal tiene sus modas y modos, sus momentos, épocas.
Las películas de las que me habla mi padre, cuando las veo a su lado despiertan mi ternura, por ese tiempo que él vivió, asociado a recuerdos felices y ya lejanos.

La gran película de Spielberg, nos traslada a un momento emblemático, donde funcionó como un catalizador de sentimientos tan nobles como bellos; desde aquella forma pausada y cautiva de realizar buen cine, que el tiempo diluye, aunque a mi me siga impresionando.