Siento que viendo esta entrañable serie logra mostrar sin tapujos, ni tabúes, ni mucho menos cuentos rebuscados cómo es la vida de Kevin y su familia Arnold adaptándose a las cosas y los hechos políticos, económicos, religiosos y familiares que no pueden ser ajenos a su vida: su padre Jack que fue soldado y posteriormente fue ejecutivo y empresario independiente, su madre ama de casa Norma, y sus hermanos la hippie Karen y el problemático Wayne. Cuando sus padres envejecen o mueren, Kevin, Karen y Wayne hacen sus propias vidas. El punto llamativo es su novia que se conocieron desde chicos Winnie Cooper y que pasaron buenos y malos momentos hasta volverse a ver y posteriormente casados; y su amigo de alma Paul,
Cómo no olvidar de las relaciones interpersonales, de aprender a leer no sólo libros sino realidades que no siempre son color de rosa, de experimentar cosas nuevas entre lo bueno y lo malo con sus respectivas reacciones, de formar equipos y buscar un líder ideal, de compartir en familia, amigos e incluso novios (as). Ganar o perder, pero lo importante adquirir experiencias entre lo básico y lo complejo. Todo se basa en conocer, preguntar, cuestionar, persistir, insistir para así creer, decidir para luego crecer y madurar como personas. Ese es el camino inicial para vivir y dejar vivir.
Actuaciones naturales y un excelente guión a esta serie que vale la pena verlo una y otra vez. Éramos felices y no lo sabíamos. Por lo tanto, recordar es vivir con los años maravillosos para esta sociedad enferma, egoísta, cero empática y que algún día puedan recapacitar y ser una sociedad tolerante y tranquila. ¡Hagamóslo realidad con fé y con voluntad!