Siempre he defendido a James Wan como uno de los jóvenes realizadores con más personalidad de la última ola de Hollywood, es más, disfruté enormemente con "Saw" (2004) y pude reconocerle en películas menores -pero estimables- como "Silencio desde el mal" (Dead Silence, 2007) o "Insidious" (2010). Sin embargo "The Conjuring" me ha pillado por sorpresa, porque parece mentira que haya podido mejorar tanto sus habilidades en tan poco tiempo. Todos los errores de su producción anterior han sido pulidos al extremo, y pese a seguir tocando las mismas teclas en muchas ocasiones, aquí hay un verdadero maestro detrás de la cámara, permitiéndose pequeños ejercicios de lucimiento sin que éstos afecten a la narración (por ejemplo el plano-secuencia al estilo "Casino" de Scorsese, que sirve para mostrar a los personajes dentro de la casa).

La película se inicia con un prólogo que deja ya totalmente deseosos de saber más, en el que vemos uno de los primeros casos de matrimonio Warren. Luego, la historia se diversifica entre los quehaceres de estos últimos y la trama de una familia que acaba de llegar a una casa de campo donde, cómo no, se oculta algo sobrenatural. La película asegura basarse en hechos reales, etiqueta que tenemos ya más que vista, y la forma de mostrar el terror es tan efectiva que aunque salieran dinosaurios nos lo creeríamos. Wan aprovecha todos los recursos del género, y elementos que ya están en el imaginario colectivo, para llegar al espectador a través de ellos y no limitarse a usarlos para salir del paso. Por el contrario, es creativo y estructura la película para que éstos adquieran un nuevo significado.

El brillante trabajo del equipo de sonido, la efectiva dirección de Wan y su extraordinario reparto (todos están impecables, incluso los niños) hacen el resto. "The Conjuring" es la película más terrorífica que he visto en años, sobre todo dentro del 'mainstream' de Hollywood. También una de las más elegantes, hasta el punto de que habría que irse muy atrás para dar con ejemplos similares (The Exorcist -William Friedkin, 1973-; The Changeling -Peter Medak, 1980-), amén de funcionar a las mil maravillas. Evita caer en tópicos, no se saca cosas de la manga (la planificación de Wan es inteligente, mostrando elementos antes de tiempo para que nadie pueda poner en duda la coherencia de los hechos) y pese a que el final pueda ser discutible, apuntando al lado sensible, a mí ha conseguido emocionarme. El tercer acto, por cierto, es de libro: sencillamente, una joya del género que me alegro que haya conseguido ser un éxito: lo merece.