Soy escritor y un amante del fantástico, en especial del cine de Ciencia Ficción. Nací el año que estrenaron la primera "Guerra de los mundos", así que no me dejo llevar por los juicios rápidos e insensatos; y al igual que Harryhausen o Bradbury sigo siendo un joven lleno de sueños y con mucha imaginación; aunque algo más listo. Me he decidido a realizar una revisión de todos los títulos del género, y comprobar a fecha de hoy su frescura. Ésta merece el calificativo de: BUENA.
Con esta película he de ir con mucho ojo, pues fue fundamental a la hora de crear a ese niño que sigo llevando dentro, a pesar de mis novelas y ensayos serios y adultos. Ser objetivo con ella, dejando al lado los sentimientos, se me hace muy difícil. Pero lo intentaré. Por lo pronto, la película se deja ver bastante bien hoy día. Creo que es una de las mejores en su terreno, de entre los años 50 y 60. James Mason es irrepetible como Lindenbroock, al igual como lo fue con Nemo. Todo el filme destila un encanto perdido; y en este sentido es una cinta emblemática dentro de un aquel tipo de cine. Tiene sus fallos, es evidente; pero también sus aciertos. Uno de ellos es no haber utilizado monstruitos tipo Harryhausen, y en lugar de ello haber fotografiado auténticos reptiles, aumentados con la magia de los trucos. Gracias a esto, la cinta salva un escollo importante. Los fallos principales vienen del sentido lumínico. Podemos aceptar que una especie de parásito luminoso de las cavernas ilumine el recorrido de los protagonistas; pero una vez cruzado el mar interior y pisar las ruinas de Atlantis, resulta muy cómico. Y sobre todo, tiene su fallo en el final. Ningún ser viviente puede ser expelido en la erupción de un volcán y salir ileso; y menos aún aterrizar sobre la copa de un árbol, como si nada. Vamos, esto sí que es demencial. Así pues, me parece una buena película, con un final risible. Perdonárselo o no, ya es cuestión de cada cual.