Hay quien critica la ambigüedad del documental respecto a los métodos de entrenamiento a los que Mamun es sometida en el año de preparación a las olimpiadas. A mi me resulta lo más interesante, hubiera considerado simplón una mirada de condena y victimista hacia un sistema implacable, pero que sin lugar a dudas funciona. El documental solo deja a la cámara mostrar el cansancio, el agotamiento extremo, el sacrificio, la soledad, sus ojos tristes, la dureza y los pequeños besos en el cuello de su entrenadora, los fallos de Mamun, las críticas, los insultos de la seleccionadora Víner que parece haber conseguido la fórmula del éxito dentro de la gimnasia rítmica.
A diferencia de el film Whiplash o incluso Cisne Negro, aquí no hay vorágine, pérdida de control, de la locura que lleva a la perfección última, solo hay cansancio, agotamiento y error, volver a ensayar y error, el error hasta la perfección, a la suerte, el ejercicio sin fallos, al instante del oro, donde los reflectores de las cámaras captan la luz, aunque el camino hasta allí este plagado de sombras.
Quizá la pregunta última que deja es cual debe ser el límite al sacrificio de los atletas, si existe un límite.