Brindemos por una de las pocas películas "indie" que fueron vendidas como obra maestra y que realmente lo es.
Brindemos por un reparto colosal, un cuadrado perfecto que defiende el largo con una naturalidad increíble, digna de escuela de actores y que encima parece que no les cuesta.
Brindemos por unos personajes entrañables, que se te hacen cercanos desde la primera escena, y con los que compartiremos un viaje único e increíblemente rodado.
Brindemos por unos diálogos chispeantes, vivos, para nada acartonados que hacen las delicias de los amantes del cine: humor, tristeza... sin caer en tópico. Oscar merecidísimo.
Brindemos por un Alexander Payne que se sale en su tarea de director, que le otorga al filme un ritmo cotidiano y fluido, lineal y que nos permite disfrutar de lo que estamos vislumbrando.
Brindemos por un final bien rematado, que nos deja sabor agridulce en el paladar. Como la vida misma.
Brindemos, simplemente, por una de las mejores películas del 2004, que con oscars o sin ellos, se eleva en el podio de las obras maestras con un puesto indiscutible.

Salud.