A muchos de los chavales que hayan ido a las salas este verano para ver la película les habrá sonado a chino los nombres de los juegos de arcade que pueblan “Pixels”, esos juegos de recreativos que los que los jóvenes de la época pasaban horas jugando o viendo jugar hasta el cierre del local. Pero como todo esto significa poco para una chavalería que enciende cuando quiere su Play al apagar su tablet, lo lógico es que les atraigan sus efectos especiales.

Y en eso “Pixels” es prodigiosa. Sus efectos digitales son espectaculares, precisos y entretenidos, mientras que para los adultos será una manera de recordar viejos tiempos delante de las pantallas. Desde los pequeños cubos digitales del principio hasta el enorme Pac-Man amarillo que persigue a los protagonistas al tragarse una bola de poder, todos los protagonistas de los juegos de los años 80 llegan pixelados a la Tierra para recoger el guante que se supone hemos lanzado los humanos. Todo con la espectacularidad que se le supone a una superproducción.

Con estos efectos tan importantes, el reparto debe centrarse en colocarse correctamente delante del croma y poner cara de creerlo todo en el momento exacto. Cualquier otra cosa que hagan carece de importancia, y es por esto que Sandler y sus amigos sueltan algunos chistes a lo largo de la película que sirven para descansar de la acción y poco más. James y Gad se unen con acierto a la locura al igual que lo hace Monaghan después de encadenar algunos thrillers.

Columbus, un director curtido en mil batallas a la hora de dirigir películas de aventuras, conoce el momento exacto en el que imprimir acción, o dejar que los actores desarrollen el guión, y todo este trabajo previo le sirve para hacer de “Pixels” una película entretenida y bien narrada a pesar de su sencillo argumento. Una película muy visual al servicio de los más pequeños, y también de sus nostálgicos adultos.