Un final es siempre la parte más importante, y más difícil de llevar a cabo en casi cualquier cosa. Y más aún cuando se trata de una trilogía de calidad inconmesurable como es la de Jason Bourne (quitando a ese engendro de El Legado de Bourne, y no por el genial Renner, sino por lo fallido de la propuesta).
Pero Paul Greengrass, habiendo demostrado sus dotes en la estupenda segunda entrega, se hizo cargo de la tercera entrega y final con Matt Damon. Y juntos entregan el mejor final posible que se le podía dar a la historia.
No sólo se preocupan por atar todos los cabos, sino que se han guardado (por increíble que parezca) las mejores escenas de acción y la mejor tensión y ritmo de toda la trilogía. Es un viaje trepidante, furioso y completo que te dejará satisfecho y aplaudiendo.

Junto con Toy Story, Batman (de Nolan) y otras trilogías legendarias, Bourne forma parte ya, y siempre, de ese gran panteón de grandes éxitos.