Es difícil juzgar hoy (2022) esta película, ya que parece que generó una ola de secuelas tan grande que se agruparon en todo un subgénero. Seguramente hay muchas posteriores que la superan en espectacularidad, capacidad de asustar y guion convincente.

Pero hay que reconocer en primer lugar que esta es todo un clásico y como tal, tiene la virtud de ser equilibrado en sus componentes. Hay escenas e imágenes desagradables, pero su duración o intensidad nunca satura ni cansa. También hay un equilibrio entre los problemas individuales de los personajes, que nunca resultan ni lacrimosos ni pesados, y la desgracia colectiva, que recibe un tratamiento curiosamente aséptico por parte de los medios de comunicación, radio y TV que se integran en la trama de forma muy natural. La proporción entre las duraciones de las diferentes escenas también está muy bien compensada. Y como añadido paralelo, parece que la historia plantea sutilmente un cierto conflicto o crítica al racismo, ya que uno de los protagonistas es negro.

Quizás, la escasez de presupuesto de esta producción tipo serie-B haya contribuido a mejorar la película, ya que cuando hay poco dinero, se agudiza el ingenio y hay que sustituir los recursos rutinarios de la industria del cine por otros, que en este caso han resultado ser muy eficaces.

En fin, una película notable, con evidentes méritos para no ser olvidada y destacar entre las muchísimas de terror que se han producido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Nota: 7,5

* Lo mejor:
El equilibrio entre sus componentes
El vestuario
* Lo peor:
La explicación sobre la causa del mal (suele ocurrir en este tipo de películas)