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antonalva rating:
6
6.4
1,924
Drama. Thriller
Europe 1990, the Berlin wall has just crumbled: Katrine, raised in East Germany, now living in Norway since 20 years, is a war child: the result of a love relationship between a Norwegian woman and a German occupation soldier during World War II. Katrine enjoys a happy family life, with her mother, her husband, daughter and grand-daughter. But when a lawyer asks her and her mother to witness in a trial against the Norwegian state on ... [+]
Language of the review:
- es
July 19, 2014
19 of 30 users found this review helpful
Hay en la vida situaciones en que nos enfrentamos a nuestra verdad íntima o a nuestra cadena de mentiras y nos toca rendir cuentas. Esto es la premisa de esta cinta alemana, donde la Stasi y sus omnipotentes tentáculos que todo lo tergiversan y distorsionan juegan un papel fundamental. Cuando se disuelve el normal funcionamiento de las relaciones humanas, el espionaje lo impregna todo, la búsqueda de amparo y felicidad parece la única escapatoria. Ante tanta urdimbre, acoso a la libertad individual, anulación de la voluntad personal ante un falaz bien colectivo, no hay forma de deshacer los caminos andados y su larga sombra emponzoña y desvela la podredumbre y cloacas de las ideologías totalitarias.
La carencia de padres y las ganas de tener un origen, una familia, un linaje, una adscripción, un entorno acogedor y grato en el que envolvernos y descansar… es el eje de esta desasosegante película que utiliza el derrumbe de la autoproclamada República Democrática Alamana (DDR) como telón de fondo que permite desbrozar un mosaico ingrato de suplantaciones, añagazas y dobleces que desembocan en un aquelarre desencantado. ¿Qué tenemos cuando no hay la salvífica presencia de una madre redentora? ¿Con quién contar cuando todo lo que decimos y hacemos es fruto de la impostura, el disimulo o la mentira? Dejar el pasado tranquilo es fruto de una vida transparente y gozosa, lo cual no está en manos de cualquiera.
Acallar la mala conciencia y ser honesto no es fruto de un despecho o de un momento de clarividencia antojadiza. La confianza hay que merecerla y labrarla con tesón, constancia y empeño. Querer borrar las huellas del pasado de un plumazo es fruto de la ingenuidad o la ceguera. Y huir siempre es saltar sin red y abocarnos al vacío más atroz. Los buenos propósitos no nos hacen avanzar cuando estamos metidos de lleno en un lodazal de mentiras. Hay que pagar un precio y ese coste es oneroso y poco gratificante.
Tan ambiciosos propósitos habrían necesitado de un desarrollo mejor trabado, más intenso y matizado, sin tantos saltos en el tiempo, sin tantos premiosos desvelamientos de intrigas y maquinaciones y así ganar en intensidad emocional lo que sólo llega al espectador como un conjunto de buenas intenciones, interesantes ideas y verosímiles sinsabores de la complejidad policial y controladora de un estado enfermo de sospecha y ayuno de sinceridad. Hay una trama interesante (aunque afectada de un rebuscamiento algo atildado) y unos actores solventes: el conjunto se ve con simpatía pero cierta decepción por lo que pudo ser y no es.
La carencia de padres y las ganas de tener un origen, una familia, un linaje, una adscripción, un entorno acogedor y grato en el que envolvernos y descansar… es el eje de esta desasosegante película que utiliza el derrumbe de la autoproclamada República Democrática Alamana (DDR) como telón de fondo que permite desbrozar un mosaico ingrato de suplantaciones, añagazas y dobleces que desembocan en un aquelarre desencantado. ¿Qué tenemos cuando no hay la salvífica presencia de una madre redentora? ¿Con quién contar cuando todo lo que decimos y hacemos es fruto de la impostura, el disimulo o la mentira? Dejar el pasado tranquilo es fruto de una vida transparente y gozosa, lo cual no está en manos de cualquiera.
Acallar la mala conciencia y ser honesto no es fruto de un despecho o de un momento de clarividencia antojadiza. La confianza hay que merecerla y labrarla con tesón, constancia y empeño. Querer borrar las huellas del pasado de un plumazo es fruto de la ingenuidad o la ceguera. Y huir siempre es saltar sin red y abocarnos al vacío más atroz. Los buenos propósitos no nos hacen avanzar cuando estamos metidos de lleno en un lodazal de mentiras. Hay que pagar un precio y ese coste es oneroso y poco gratificante.
Tan ambiciosos propósitos habrían necesitado de un desarrollo mejor trabado, más intenso y matizado, sin tantos saltos en el tiempo, sin tantos premiosos desvelamientos de intrigas y maquinaciones y así ganar en intensidad emocional lo que sólo llega al espectador como un conjunto de buenas intenciones, interesantes ideas y verosímiles sinsabores de la complejidad policial y controladora de un estado enfermo de sospecha y ayuno de sinceridad. Hay una trama interesante (aunque afectada de un rebuscamiento algo atildado) y unos actores solventes: el conjunto se ve con simpatía pero cierta decepción por lo que pudo ser y no es.