Me encantan este tipo de películas. Lo digo con la boca grande y sin avergonzarme por apoyar un tipo de cine hecho con más corazón que cabeza. "Amanece en Edimburgo" es una de esas pequeñas perlas del séptimo arte que se atreve a pintar de candidez un mundo que dejo su inocencia abandonada hace tiempo. Una película de esquema sencillo y desarrollo cuadriculado dentro de los patrones de su propio género. Con el peso de sus propios defectos a cuestas... y aún con esas, una cinta que durante su visionado, simplemente me ha parecido deliciosa. Porque estamos ante una de esas películas que de vez en cuando son necesarias para cargar las baterías de nuestro optimismo. Una cinta complaciente y autocomplaciente cuyo mérito reside en pintar la vida del color de rosa sin resultar histriónica, ni vulgar, ni gratuita. Es cine para alegrar, alejado de la complejidad emocional de otros dramas. Una obra donde el alma late en aras de una comunión necesaria entre la narración y el espectador, para conseguir ese regalo tan preciado que es un pedazo de felicidad transformado en cine.

"Amanece en Edimburgo", cuenta además con el hándicap de ser un musical, algo que ya de por sí supone un lastre para gran parte de la audiencia y para la propia cinta, que tiene que saber encontrar en el entramado musical, la fuerza para conseguir que la trama de la cinta avance sin dejarse en el camino el interés del espectador ni la calidez del discurso argumental. Con ayuda de las canciones compuestas durante su carrera por ese genial dúo de gemelos escoceses más conocidos como The Proclaimers, y cuya discografía va más allá del archiconocido "500 miles", Dexter Fletcher consigue su propósito con un cálido cuento sobre el amor, la amistad, la familia, la distancia, el bar, el fútbol, la guerra, la vida o la muerte, encerrando a sus personajes en esa ciudad detenida en el espacio y el tiempo, de callejones encantados y edificios mágicos que es Edimburgo. Todo ello sin pretenciosos atisbos de solemnidad. Con un tono ligero y cercano, y unos números musicales inspirados en la mejor tradición del género más clásico, alejado de las estrambóticas muestras de fastuosidad visual de musicales de reciente factura.

"Amanece en Edimburgo" es una cinta pequeña que además cuenta con grandes actores. Interpretaciones convincentes, que rozan el sobresaliente en algunos casos, de esas que asustan por la sinceridad de su composición y que ensalzan nombres como el del genial Peter Mullan. Como decía, hablamos de una película pequeña, diminuta en comparación con otros ejercicios de fastuosidad visual y escasa narrativa. Pero en su minúscula concepción y su microscópica complejidad, se encuentra el secreto para colarse con una facilidad pasmosa en nuestros corazones, y conseguir algo que no muchas manifestaciones artísticas consiguen: traernos emoción, esperanza y sobre todo felicidad. Así que, orgulloso y contento, sólo puedo alabar las bonanzas de ese género catalogado con más sarcasmo que respeto como "feel-good movie", y me declaro fan de The Proclaimers y de esta delicatessen que es "Amanece en Edimburgo".