Una historia de finales del siglo XIX, que perfectamente podría ocurrir hoy en día.
Nos encontramos en 1894. La tensión política y social en Europa es más que patente. Y en Francia, un oficial es acusado de traición injustamente.

En la Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad, parece que solo las altas esferas gozan de estos privilegios. Durante toda la película vemos como la sociedad es espiada constantemente por la policía y el ejército, muchas veces interceptando el correo personal o buscando en la basura de quienes ellos sospechaban de traidores. Muchos de ellos injustamente señalados, como es el caso del protagonista, por ser judío o en otros casos por ser homosexual, etc.

Todos estos puntos son contados a través de las vivencias de un coronel llamado Georges Picquart, el cual es nombrado director de la oficina de contrainteligencia. Y es allí donde se da cuenta de que algo no cuadra con la acusación del oficial Alfred Dreyfus, quien cumple cadena perpetua en la isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Cuanto más va indagando, más se va dando cuenta de la red de corrupción y mentiras que rodea al ejército, la policía y los políticos franceses. Lo que le llevará a arriesgar su propia vida en busca de la verdad.

Desde mi punto de vista la trama está muy bien hilada y no se deja nada en el tintero, pero la verdad es que se podría haber contado de una manera un poco más amena, porque la película es bastante lenta. A mí me gustó mucho porque los temas que se tratan ya me gustan de por sí, pero es más que comprensible que a mucha gente le parezca aburrida.

Os animo a darle una oportunidad a esta cinta y a prestar atención a todos sus detalles, porque no tienen ningún desperdicio.