Mi amiga y ex-mujer por un rito que no voy a nombrar aquí y que no viene al cuento, P. B., me dijo:

«Yo soy una mujer a la que le gusta siempre Woody Allen, me gusta hasta como hombre (¡!) y Vicky-Victoria o como *oño se llame me ha parecido un truño.»

No dijo ‘truño’ ni ‘*oño’ exactamente, porque ella es fina de nacimiento, pero para que nos entendamos es lo mismo.

Se suma otro comentario mascullado de la película (a nivel mayoritario):

«Es tan plana e impersonal que la salva Pe.»

Algo que por nominaciones y premios parece pero es que la interpretación de Pe no es de sus mejores: me recuerda al vídeo clip “La fuerza del destino” de Mecano. La película, a mi entender, es un encargo para W. A. (no digamos su nombre para no desgastar el poco que le queda últimamente). Le han dado un plano y catálogo de viajes de Barcelona y Oviedo… y le han pedido que haga un guión… pero en poco tiempo que ya está muy mayor.

La historia obviamente tiene que ir de turistas, de viajes y de amor para ver si la aguanta alguien (despierto) y los deslices arguméntales son tales que no es que no sean convincentes; es que son tan paródicos que resurge la comedia.
Aparece Pe y nos venden un trío: W. A. estaba algo calentón y pediría que repitiesen la toma 40 veces. Pero no es un bluff revisitado por el gafapastismo como algo cult: véase “The Blackout” de Ferrara; sino una predecible película de amores frustrados y verdaderos amores.

“Vicky-Victoria o como *oño se llame” se resume en la frase:

«Sólo el amor incompleto puede ser romántico.»

Razón, únicamente y esta vez, no le falta.